
Erase una vez un niño gordito, un niño pequeño y gordito, no mucho, pero gordito. Un día en clase, cansado de todo sualrededor dedidío ir a la playa con su libro a olvidarse de todo el mundo que le rodeaba. Se sentó cuidadosamente en la arena y comenzó a leer su libro, " The alchimist". Era en inglés, todo un reto. Fue pasando las páginas, leyendo con todo su interes cada palabra que aquel libro decía mientras los rayos de aquel inmeso sol, que aquella tarde deslumbraba en el cielo, chocaban contra su cuerpecillo diminuto tumbado en la incontable arena. La arena estaba caliente, las olas de hacían mil pedazos contra la orilla, el sol hilaba un capullo de calor al alrededor del niño... No podía acabar de otra manera, sucumbío en el sueño.
Una habitación. Una habitación perdída, no la reconocía pero al mismo tiempo le resultaba comódo estar en ella, se sentía en tu propía casa. Nada le parecía extraño, el olor le resultaba familiar, incluso la silla en la q estaba sentado, parecía q había estado sentado allí por lo menos por lo menos un año. De pronto un ruido. Un ruido acompasado, seco, pero suave. Lejano....menos lejano,....menos lejano....cerano....más cercano....más cercano... El niño fruncía el ceño, sintiendo como la curiosidad de recorría por todo el cuerpo mezclado con un miedo desconocido que hizo que todo el bello de su cuerpecillo se alertase ante tal ¿amenaza?. Cuidadosamente un pelotita azul entro deslizandose en la habitación y detrás de ella un niña. Tenía el pelo oscuro, corto, vestía un vestidito verde y no llevaba zapatos. Corrió hasta alcanzar la pelota sin nisiquiera mirarle, y él sintío como si ayanarán una casa que parecía que fuera suya. Ella rocogío la pelota con sigilo y se giró hacía él. Sus ojos oscuros y brillantes se clavarón en aquel niño gordito acurrucado encima de aquella silla negra de cuero. No se dijeron nada , sólose miraron, pero no hacía falta nada más, no era necesarío. La habitación se volvío insonora, no cabía ningún ruido más que sus pequeñas respiraciónes, sorprendentemente acompasadas. Mantuvieron ese momento hasta que un perqueño cuerpo rodante lo quebranto. Las dos extrañas , o no extrañas miradas se dijieron hacía la pequeña pelotita azul. Los golpes contra el suelo retumbaban en sus cabecitas como tambores, muy rápidos ,menso rápidos.... Siguieron con atención como el pequeño juguete perdía su fuerza, su impulso hasta detenerse en un curioso y desconcertante punto intermedio. ¿ quíen cogería la pelota?. Algo hizo que los dos cuerpecillos se movieran a la vez hacía una misma dirección. Ambos alcanzaron el objeto azul al mismo tiempo, y al mismo tiempo se volvieron a alcanzar sus miradas. Pero había algo más, sus meñiques también habían entrado en contacto. Se estaban rozando sigilosamente. Él sentía como si siempre lo hubieran hecho , como si aquel pequeño cuerpo de mujer siempre hubiera estado en su vida y siempre hubiera sentido su piel como ahora lo estaba haciendo. Sin apartar las miradas en ningín momento, sus cuerpo cual iman empezaron a atraerse. Primero fue el meñique, poco a poco el anular, las falanges del dedo índice al momento se fundieron en una... el pulgar..... y finalmnete en corazón. Al cabo de unos minutos sus manos estaban entrelazadas y la pelota azul rodaba por la habitación delicadamente hacía la puerta. Se seguieron mirando. El niño se sentía incómodo, no sabía que ocurría pero no podía luchar contra ello, lo deseaba. Deseaba tocarla, sentirla, mirarla.... sólo mirarla, aunque parecía que nunca habia dejado de hacerlo.
Uns brisa fresca y juguetona acarició la cara del niño. Abrió lentamente los ojos y vio la luz del sol, olió la brisa del mar y sintió la arena calida pegada a su cuerpo; sintio una mano fundida con la suya. Giró la cabeza y allí estaba ella dormida a su lado con su mano perpetua pegada a la suya. No la despertó, solo la quería mirar,mirar para siempre. Se dió cuenta. Ella siempre había estado allí.
